Ojalá, cuarto trimestre de 2017, Hamburgo. Por María Teresa González Osorio
Zusammenfassung: Eine junge Mexikanerin versteht nicht die Existenz der Weihnachtslieder, die Schnee und Frieden besingen. Den Schnee hat sie noch nie gesehen, und sie hört häufig eher vom Krieg in verschiedenen Erdteilen. Achtzehnjährig verlässt sie am Tag vor Weihnachten ihr Zuhause und macht sich auf den Weg zu den Territorien einer indigenen Gemeinschaft. Dort wird sie aufgenommen und Zeuge von einer Gemeinschaftlichkeit und einer Naturnähe, die sie nicht kannte und nicht mehr vergessen wird. [hoffentlich] viertes Vierteljahr 2017. Von María Teresa González Osorio.
Nací en una provincia del sur de México. Desde que era adolescente, detestaba las Navidades; ese tiempo y su víspera me parecían tan fingidas, como si nos obligáramos o nos obligaran por unos días a ser buenos, a ser felices. No soportaba las cancioncitas de voces metálicas que entonaban “Oh, blanca Navidad” o “ Noche de Paz, noche de amor”. Yo me preguntaba, ¿Dónde estaba lo blanco? ¿Dónde estaba la paz? ¿Dónde el amor? Se escuchaba de guerras en distintas partes del mundo y en México aún estaba por dar a luz el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional).
Tenía yo 18 años, cuando el día previo a la Navidad, tomé mi mochila y me aventuré hacia la Sierra, buscando la etnia zapoteca. Después de varias horas de recorrido en un autobús destartalado y otras tantas horas caminando, llegué a San Juan Yalahui, nadie me conocía y yo no conocía a nadie, sin embargo, me hospedaron.
Me ofrecieron como albergue la bodega del maíz. Recuerdo que la primera noche me sobresaltaron unos ruidos extraños, al encender mi linterna me percaté de que eran ratones paseándose por las vigas del techo y subiendo y bajando por los costales del grano.
La noche de Navidad la gente se congregó en el templo sin necesidad de un sacerdote. Se iniciaron rezos en el idioma zapoteco y ritos que me parecían extraños pues no eran como me los habían enseñado. Después cantaron, no eran cantos alegres ni festivos, por el contrario, me parecieron melancólicos. Al terminar el ritual, toda la comunidad se reunió en la cancha de basket ball. El frío era insoportable, pero la fogata encendida podía darnos un poco de calor a todos y especialmente calor a mi corazón.
La cena de Navidad consistió en pan, tamales de frijol y café del que emanaba el aroma dulce del piloncillo y canela. Fue repartido por unos hombres que entregaban una porción a todos los asistentes.
Los niños jugaban y corrían por la cancha de juegos, unos andaban con sus huaraches y otros descalzos y yo me impresionaba de cómo estos niños podían correr con sus pies helados. Casi todos tenían su piel quemada por el frío.
Todo el pueblo estaba ahí, reunido, cenando lo mismo, Navidad comunitaria. No había ni cancioncitas metálicas, ni bailes, ni regalos con envolturas de Santa Claus, ni árboles de pino artificial. En cambio, ellos sin saberlo me hacían un gran regalo: la hospitalidad de un pueblo escondido. Las montañas vestidas de pinos y abetos me regalaban su majestuosidad alzándose ante mi vista y que, por un momento creí escuchar que hablaban, comunicándose en un eco lejano. El cielo me regalaba la luminosidad de sus estrellas y una tímida luna menguante . Algo había en el aire, algo que flotaba en el viento frío y silencioso. Me estremecí.
Me sentí pequeña e insignificante ante tanta grandeza. Una mezcla de tristeza y alegría me invadió aquella noche. Gente campesina y trabajadora, viviendo en la pobreza y, desde esa pobreza es capaz de compartir.
Algo se abrió en mi corazón, algo que hasta la fecha sigue abierto y creo que puede llamarse Esperanza.
Ahora, reviviendo aquella Navidad, logro saborear el café que se mezclaba con el aroma del pan, el olor de las azucenas que se extendía por todo el campo, el olor de los árboles, de la leña quemada y de la tierra húmeda, el olor de la gente que sabe dar generosamente.
Comprendí lo que era Navidad: dar, darse uno mismo, renacer, más allá de las creencias religiosas.
¡Muchas Gracias. Diushi (Dioxhi) pe lii, Yalahui!